02 June 2012

BRUNO TRENTIN, EL SENTIDO DE UN COMPROMISO Y SU VIGENCIA EN ESTOS TIEMPOS QUE CORREN


José Luis López Bulla
Intervención en la Fundación de Investigaciones Marxistas, 1 de Junio de 2012




Estoy doblemente agradecido a la Fundación de Investigaciones Marxistas. Primero porque ha organizado este seminario sobre Bruno Trentin; segundo porque me ha invitado a participar en este encuentro. Vamos a conversar, como nos ha pedido Eddy Sánchez, sobre el compromiso de Bruno Trentin: sindicalista, político, intelectual y en sus años mozos jefe partisano a los dieciséis años; de su etapa de partisano nos ha dejado él mismo un Diario de Guerra, que publicó en 2008 la Editorial Donzelli. Se ha dicho esta mañana que Trentin abre tiene una visión teórica muy importante para mañana. No lo dudo. Pero me gustaría dejar claro una cosa: Trentin no escribe en el vacío. Es más, toda su obra es el resultado de su obra como dirigente sindical y, en parte, la reflexión de lo que está impulsando a diario en la práctica del conflicto social.   


Entrando en lo concreto, intentaré resumir los ejes centrales del compromiso trentiniano cuya idea fuerza era la humanización del trabajo --una formulación que hunde sus raíces en una serie de planteamientos de Engels-- y la transformación de la sociedad. Para ello parece inevitablemente necesario entrar de lleno en la idea que nuestro hombre tenía del sindicalismo y la política  y de las originales aportaciones que hizo a lo largo de más de cincuenta años en Italia y Europa. Es sobre las ideas y las prácticas que las acompañan sobre lo que versaré mi intervención porque son las que conforman el compromiso militante de nuestro hombre. 

Trentin se propone acompañar a los trabajadores y a sus movimientos organizados a través de investigaciones sucesivas de las transformaciones que se van operando en los aparatos productivos y en la economía, en la sociedad y en la cultura, en la política y en la estructura de clases sociales. Investigaciones propias y de otros autores, incluso las de aquellos que no se reconocían en la tradición marxista. Lo que siempre le valió la fama de intelectual heterodoxo y fue visto siempre con suspicacia por dirigentes de su propio partido con los que tuvo frecuentes y famosos encontronazos como, por ejemplo, aquellos leones del comunismo que fueron Palmiro Togliatti y Giorgio Amendola. Y no en cuestiones secundarias sino de enorme importancia: el carácter del desarrollo capitalista en Italia y Europa a mediados de los años cincuenta, la invasión soviética de Hungría en 1956,  la naturaleza del sindicalismo y el sentido del conflicto social.  


Primer tranco. Trentin entiende que la subordinación histórica del sindicalismo al partido no tiene sus raíces en Marx sino en Ferdinand Lassalle (1). En la práctica fue el partido lassalleano el que se impuso y determinó las relaciones entre el partido y el sindicato en las concepciones y prácticas de Bebel y Kaustky, Guesde y Pablo Iglesias, Togliatti y Thorez, y los que vinieron después. Es decir, la famosa correa de transmisión recorrió las conductas de socialistas, socialdemócratas y comunistas a lo largo de la historia de ambos sujetos. Como cosa chocante vale la pena traer a colación que fueron los sindicalistas comunistas como Giuseppe Di Vittorio, Luciano Lama, Bruno Trentin, Camacho, entre otros, quienes abrieron el camino para romper la subordinación del sindicato al partido. En ese sentido es Trentin quien propone los argumentos más potentes que, en parte, estaban presentes en los planteamientos de Di Vittorio.

El partido lassalleano se atribuye una gratuita preeminencia sobre el sindicalismo y, a la vez, le concede paternalmente un estatuto donde implícitamente estaría sometido a una acción meramente tradeunionista. De ahí el primer chispazo entre Togliatti y Di Vittorio con relación al Piano del Lavoro, (1949) un conjunto de propuestas en la posguerra que redactaron un veterano Vittorio Foa y un jovencísimo Trentin, responsables del Gabinete de Estudios de la CGIL.  Togliatti consideraba que un planteamiento de esa envergadura se escapaba de las competencias y atribuciones que históricamente el partido había “concedido” al sindicato y, por lo tanto, hizo lo posible por ningunearlo.  El sindicato tenía una misión y no podía salirse de ese libreto: los salarios y la reducción de la jornada laboral. Vale la pena traer a colación lo que dijo Togliatti en polémica con Trentin en febrero de 1957: “no corresponde a los trabajadores tomar iniciativas para promover y dirigir el progreso técnico, que es función del partido; a los sindicatos les corresponde sólo la lucha por el aumento de los salarios” (2). Por lo tanto, el sindicato debe ejercer el conflicto sólo en el terreno de lo distributivo.

Esta preeminencia que se autoconcede el partido lassalleano comporta, además, que el ejercicio del conflicto social esté subordinado a la contingencia de los intereses políticos del partido. Así las cosas, el sindicato es una prótesis funcional en cualquier circunstancia. De ahí las enormes reticencias que tuvo el partido --y su doblez-- ante los continuados proyectos de renovación que pusieron en marcha Trentin y sus compañeros de cara a crear vínculos unitarios en el sindicalismo confederal italiano y las nuevas experiencias de representación en los centros de trabajo, substituyendo las viejas comisiones internas por los famosos consejos de fábrica nacidos en las grandes movilizaciones de los otoños calientes a finales de los sesenta y principios de los setenta en Italia.

Segundo tranco.  Trentin fue un sindicalista que analizaba, ya se ha dicho, los constantes cambios que se iban operando en las estructuras productivas y en toda la economía europea e italiana. Su célebre informe en el Seminario del Instituto Gramsci [Le dottrine neocapitalistiche e l´ideologia delle forze dominanti nella política economica italiana] en 1962, donde se produce el enésimo  encontronazo con Giorgio Amendola (3). Es no sólo una rigurosa investigación sobre las nuevas expresiones del capitalismo (lo que entonces se dio en llamar neocapitalismo), sino también el inicio de un nuevo itinerario del sindicalismo confederal italiano que tiene como protagonistas a jóvenes dirigentes como Lama y Trentin, Carniti y Gabaglio, entre otros. Digamos que son los primeros andares de la búsqueda de una representación unitaria de los trabajadores en una fábrica que había cambiado profundamente.

Si su informe en el famoso seminario antes referido es un ejemplo de su capacidad investigadora, no lo es menos el gigantesco trabajo que realiza en su libro La città del lavoro, sinistra e crisis del fordismo  [Feltinelli, 1997]. Pietro Ingrao dijo de él lo siguiente: “Ha aparecido durante el otoño en Italia un hermoso libro de Bruno sobre el cual sería fecundo, a mi juicio, abrir una larga discusión, casi de masas”. Lamentablemente, me atrevo a señalar, no está traducido al castellano; por eso me he metido en la insensata aventura de verter ese libro al castellano, ustedes perdonen mis ínfulas. Es una tarea que va apareciendo con regularidad en esta dirección:   http://metiendobulla.blogspot.com.es/  

Tiene interés señalar que el proyecto sindical de nuestro amigo supone un serio intento de vincular las aspiraciones de los trabajadores con la forma de la representación. Para decirlo en términos más concretos: la organización no es algo escindido del proyecto; la organización es algo así como la fisicidad del proyecto. Es, para decirlo en términos gramscianos, la praxeología del sindicalismo confederal. Y, en ese sentido, las formas de representación están en concordancia con las transformaciones del trabajo que cambia y de las aspiraciones del conjunto asalariado.

El compromiso de Trentin fue la apuesta por un sindicalismo unitario, un sujeto político de nueva planta. Ahora bien, no basta con plantear la necesidad de una organización unitaria si no se introducen las adecuadas variables en ese polinomio.  En primer lugar la independencia del sindicalismo: en la elaboración de su proyecto y en sus recursos con un conjunto de reglas propias en su funcionamiento doméstico y en su relación extrovertida con otros sujetos políticos, sociales e institucionales. En este sentido, el establecimiento de las incompatibilidades entre determinados cargos de dirección del sindicato y del partido –también en la esfera parlamentaria— es una regla de gran importancia. Lo que, no hace falta decirlo, no sentó nada bien en el Partido comunista italiano ni en la casa socialista.    

Es el inicio del recorrido que le llevará a escaparse definitivamente de la subordinación tradicional de papá-partido: una caminata, no siempre fácil, pues en ocasiones tiene el riesgo de devenir esa práctica en pansindicalismo,  que le irá consolidando como sujeto político. Que siendo independiente, de las elaboraciones de Trentin se desprende que no es indiferente al cuadro político e institucional. 

Tercer tranco. Uno de los grandes compromisos de nuestro hombre es situar al sindicalismo confederal y a la izquierda en una lógica que escape de la hegemonía del fordismo-taylorismo que ha establecido “una relación de opresión y subalternidad no sólo jerárquica sino también cultural, fundado en el monopolio de los saberes y decisiones de los mánagers” (4). De ahí que afirme insistentemente que uno de los grandes problemas de la izquierda social y política del siglo XX haya sido no estar atento a los temas de la producción y haberse ocupado exclusivamente de la distribución. Por eso se le han escapado las grandes transformaciones que se han dado a lo largo del pasado siglo. Dice Trentin: La crisis ya manifiesta de lo que se acostumbra a definir el sistema “taylorista-fordista” durará mucho tiempo entre avances y derrotas redefiniendo modelos de organización del trabajo humano que cada vez tienen un carácter menos definitivo (5). Pero, a partir de ahora, esta crisis parece destinada a abrir nuevas heridas y nuevas divisiones entre las organizaciones sociales y políticas que se inspiran en los diversos ideales de emancipación de las clases trabajadoras y en el interior de cada una de ellas.

Sobre todo, esta crisis coge una vez más con el pie cambiado a un gran parte de las fuerzas de izquierda en Italia y en Europa, encontrándola frecuentemente desarmadas dada la consciencia tardía (cuando la hubo) del inicio de dicha crisis  y de sus implicaciones sociales y políticas. Estas fuerzas no han ajustado las cuentas con la herencia de la cultura taylorista-fordista que llevan en sí mismas. Ni tampoco han tomado plenamente consciencia de la influencia que esta cultura ha tenido sobre las ideologías productivistas y redistributivas que, a lo largo de un siglo (incluso mediante la fuerte legitimación de los grandes ideólogos de la revolución socialista y del socialismo real) han dominado el pensamiento democrático y socialista en todo el mundo (6).

La propuesta trentiniana de salir del fordismo-taylorismo tendrá su base experimental en las plataformas reivindicativas de los grandes convenios colectivos con el tratamiento novedoso de cuestiones como el control de la organización del trabajo en todas sus componentes como, por ejemplo, los tiempos y horarios de trabajo, la profesionalidad y la contratación, estrechamente ligados a la nueva representación de los trabajadores, esto es, los consejos de fábrica, como expresión unitaria del sindicalismo confederal y del conjunto de los obreros, técnicos y empleados en el centro de trabajo.  No se trata de un planteamiento abstracto sino al calor de las grandes movilizaciones de los sucesivos otoños calientes. Toda una concepción que es el resultado de una seria observación y, también, como fruto del diálogo entre marxistas y católicos frente al historicismo marxista y las expresiones populistas de no pocos exponentes de militancia cristiana.

Cuarto tranco.  El compromiso de Bruno Trentin nos trae a colación un buen plantel de experiencias. De un lado, la fascinación de la actividad sindical y, de otro lado, sus luces y sus claroscuros.

Entiendo por fascinación de la actividad sindical ese quehacer cotidiano que tiene que medirse diariamente con las decisiones que se toman. Trentin y los sindicalistas verifican constantemente sus propuestas. Hay que elaborar la plataforma reivindicativa y, a continuación, debe verificarse todo su itinerario: o se firma o no se firma; o se convoca al conflicto o no se convoca. Diríamos que es un permanente observatorio del estado de las relaciones de fuerza en tiempo real.  Es, para decirlo en términos coloquiales, un constante trajín. Que, con cierta frecuencia corre el riesgo de caer en la ramplonería del practicismo. No es este el ejemplo que nos ofrece Trentin.

Sorprende que un sindicalista como él, que ejerció altas responsabilidades federativas y confederales, dirigiendo la FIOM y la CGIL, tuviera tiempo para tan altas tareas de dirección cotidianas, leer, estudiar y escribir importantes libros y ensayos sobre economía y sindicalismo (7). Me gustaría que alguien me indicara si conoce algún dirigente político o sindical que, al calor de tantas batallas, haya escrito una obra tan vasta. Por otra parte, la lectura de la rica obra de nuestro hombre se caracteriza por un potente aparato crítico con abundantes referencias a científicos sociales de diferentes escuelas, no pocos de ellos alejados de la tradición marxista, y no es infrecuente que en sus ensayos haga acopio de un acervo de lo que él llama la sinistra non vincente, especialmente a la tradición libertaria. Lo que, a buen seguro, provocaría más de una urticaria a sus amigos, conocidos y saludados.

Quinto tranco.  Todo el proyecto sindical de Trentin está cuajado de insistentes reivindicaciones de derechos, entendidos éstos en la acepción de Gerardo Pisarello, como bienes democráticos. Podríamos desvelar su tesis de la siguiente manera: si el fordismo (no el taylorismo) es ya mera chatarra, es ineludible crear un universo de nuevos derechos de ciudadanía social, dentro y fuera de los centros de trabajo acordes con el nuevo paradigma postfordista. De ahí su recurrencia a los nuevos derechos en esta fase que podríamos calificar de reestructuración-innovación de los aparatos productivos y de servicios. Lo que, con dudosa propiedad, podríamos señalar como derechos tecnológicos.

Reflexionando sobre este mundo de los derechos Trentin establece, de un lado, la relación entre trabajo y libertad; y, de otro lado, entre trabajo y conocimiento. En ambas cuestiones, inseparables entre sí, resuena su insatisfacción por cómo percibe (más bien, cómo no lo hace) la izquierda.  Ahora bien, nuestro hombre lo aclara con una condición: que la cultura de la izquierda sepa ocupar los espacios que ha abierto la crisis del fordismo, forzando las contradicciones que lo acompañan ya que la izquierda tiene un enorme retraso en comprender la vertiente de estos problemas.

Uno de los buques insignia de los nuevos derechos que plantea Trentin es la codeterminación. Léase bien, no se dice co-gestión que es cosa bien distinta. Trentin entiende por codeterminación lo siguiente: el método de fijación negociada, como punto de encuentro, entre el sujeto social y el empresario, anterior a decisiones "definitivas" en relación, por ejemplo, a la innovación tecnológica, al diseño de los sistemas de organización del trabajo y de las condiciones que se desprenden de ella.  Se trata, así las cosas, de un derecho que es esencial para la flexibilidad negociada. Lo que supondría una nueva acumulación de conocimientos y saberes por parte de los trabajadores y los sindicalistas a lo largo de todo el arco de la vida de las personas. Se trata de los últimos esfuerzos de nuestro hombre: ultrapasar los derechos de la tercera generación para proponer los derechos culturales  Es como si dijera que la disputa de saberes es parte fundamental del conflicto social. Pero también como una de las condiciones para el crecimiento económico, la participación democrática y  cívica y la construcción del futuro. De ahí que, desde hace tiempo, vengo reclamando la constitución de un Estatuto de los Saberes, un compendio de nuevos derechos de ciudadanía: una estrategia global de redistribución del acceso a los saberes y a la información, democratizando la revolución digital y tecnológica. Lo que tiene su máxima importancia en estos tiempos que necesitan que el sindicalismo (y la política) valoren el capital cognitivo en todas sus intervenciones; una batalla a la que, lógicamente, hay que implicar a los poderes públicos. Y comoquiera que no hay batalla sin su correspondiente grito mediático, propongo el siguiente: Más saberes para todos. Doctores tiene la Iglesia para elaborar dicho Estatuto. No quiero rehuir la responsabilidad de indiciar algunos, todavía insuficientes, apuntes. A grandes rasgos podrían ser: a) la formación a lo largo de todo el arco de la vida laboral, b) enseñanza digital obligatoria y gratuita, c) acceso gratuito a un elenco de saberes por determinar, d) años sabáticos en unas condiciones claramente estipuladas. 

He dicho que el conflicto por los saberes es parte consubstancial del conflicto social. De ahí que sea necesaria una amplia discusión, sin tabús, acerca de lo siguiente: ¿cuál es el nivel y grado de intimidación que hoy tiene el conflicto social? ¿Hasta qué punto intimidan las reivindicaciones sindicales que siguen estando en el cuadro fordista cuando este paradigma ha desaparecido prácticamente? ¿De qué manera establecer un nuevo ejercicio del conflicto en el cuadro de las mutaciones tecnológicas, que se caracteriza porque estando de brazos caídos, las máquinas siguen funcionando? ¿de qué manera ejercer el conflicto sin provocar bolsas de hostilidad por parte de la ciudad del trabajo y sus amigos, conocidos y saludados o, mejor dicho, concitando amplios apoyos por parte de la ciudad del trabajo? Sobre estas dos cuestiones el sindicalismo debe recuperar su retraso teórico y, sobre todo, práctico.


Tranco final


De un lado, tengo para mí –sin involucrar ahora a Bruno Trentin-  que el sindicalismo europeo debe tomar buena nota de los planteamientos de nuestro amigo especialmente en el vasto escenario del cambio de paradigma. Centrar su estrategia en la tutela de los trabajadores, como si estuviéramos todavía en el viejo contexto fordista, representa una desubicación de los tiempos que corren. Pero esta es una opinión subjetiva que dejo de pasada como quien no quiere la cosa. De otro lado, estimo que el apasionante anhelo de Bruno Trentin por la unidad del sindicalismo encuentra nuevas bases en España con esta estable y sostenida unidad de acción. Entiendo que este largo periodo unitario debería  ser un motivo necesario para que los dos grandes sindicatos españoles sean todavía más ambiciosos. 

Pienso que se necesita más audacia en este terreno. De hecho, ¿qué diferencias teóricas existen hoy en el sindicalismo español que puedan impedir empezar a debatir la unidad sindical orgánica? He dicho empezar a debatir, no lanzarse a tumba abierta. Es un tanto chocante que ambos sindicatos estén en la misma casa sindical europea y mundial y, en cambio, no dispongan de un mismo albergue en casa. ¿Tiene esto sentido? No lo tiene. Es más, sostengo la idea de que un sindicato unitario en España es una condición necesaria –no digo suficiente--  para seguir encarando los desafíos presentes de esta crisis tan devastadora que padecemos, también para afrontar los retos de este contexto de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios de toda la economía. Es más, un sindicato unitario estaría en mejores condiciones para encuadrar de manera estable a centenares de miles de asalariados, de todas las tipologías, que todavía no están lo suficientemente cerca del sindicalismo confederal. Y tal vez, una serie de colectivos sectoriales tendrían mejor las cosas para encuadrarse en esa casa unitaria. Se mire por donde se mire no hay riesgo alguno para empezar a hablar de la unidad orgánica; se mire por donde se mire tampoco hay riesgos para construir un sindicato unitario.

En los años del tardofranquismo los grupos dirigentes de Comisiones Obreras teníamos una noble obsesión por la unidad sindical orgánica y su congreso constituyente. Que no fue posible, como es sabido. Lo impedían factores domésticos, la falta de experiencias unitarias de tipo sindical, poderosas razones del contexto internacional y otras consideraciones. Hace tiempo que la cosa ha cambiado radicalmente, siendo lo más destacable la acumulación sostenida de experiencias unitarias y de hechos participativos conjuntos. Lo único que falta es acomodar las condiciones subjetivas de los grupos dirigentes  a las condiciones objetivas. Esto es, las necesidades, esperanzas y anhelos del conjunto asalariado, de los pensionistas, de los que buscan trabajo y de los que no lo tienen. Por eso, reflexionar sobre Trentin podría ser un acicate para empezar a hablar. De momento, empezar a hablar.


NOTAS

(1) Habla Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17 (1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle: “el sindicato, en tanto que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido” (Der sozial-democrat”, 1869).

(2) Del epistolario privado Togliatti–Trentin. Iiginio Mariemma Attualità del pensiero de Bruno Trentin en Il futuro del sindacato dei diritti (Ediesse, 2009) 

(3) Tendenze del capitalismo italiano, en Bruno Trentin Lavoro e libertà [Ediesse, 2008]. Existe una traducción castellana, La ideología del neocapitalismo, publicada por la editorial Jorge Álvarez (Buenos Aires, 1965)  

(4) Il coraggio dell´utopia [Rizzoli, 1994]
  
(5) No me resisto a incluir la definición que Trentin ofrece del taylorismo en La città del Lavoro [Feltrinelli, 1997] 

Con este sumario término [fordismo-taylorismo] no intentamos agrupar en un solo aparato conceptual el trabajo de Frederick W. Taylor, de sus continuadores y apologistas la ideología que Henry Ford supo dibujar en el curso de su gran aventura como capitán de industria.

Que se trate de modelos de organización de la producción ampliamente complementarios (el fordismo nace del taylorismo, por así decirlo), pero está demostrado que son distintos, ya que en la fase actual de crisis (irreversible) del modelo fordista emerge una singular capacidad de “resistencia” de las formas de organización jerárquica del trabajo heredadas de los principios de la “organización científica del management”, elaborados por Taylor. A grandes rasgos se pueden sintetizar como sigue:

a) Estudio de los movimientos del trabajador mediante su descomposición para seleccionar aquellos que son “útiles”, suprimiendo los “inútiles” aunque sean instintivos para reconstruir la “la cantidad de trabajo veloz que se le puede exigir a un obrero para que siga manteniendo su ritmo durante muchos años sin ser molestado” (Este análisis de los movimientos y su cronometraje fueron incluso más eficaces en el método cinematográfico de Frank G. Gilbreth);

b) Concentración de todos los elementos del conocimiento (del saber hacer), que en el pasado estaban en manos de los obreros, en el management que “deberá clasificar estas informaciones, sintetizarlas y sacar de estos conocimientos las reglas, las leyes y las fórmulas”;

c) Apropiación de todo el trabajo intelectual al departamento de producción para concentrarlo en los despachos de planificación y organización; con la separación  radical (“funcional”) entre la concepción, el proyecto y la ejecución; entre el thinking departament y la tarea ejecutiva e individual del trabajador que está aislado de todo el grupo o bien está en un colectivo. (Taylor repetía a sus obreros de la Midvale en 1980: “No se os pide que penséis, para ello pagamos a otras personas);

d)  Predisposición minuciosa, por parte del manegement, del trabajo a desarrollar y de sus reglas para facilitar su ejecución. Las instituciones predispuestas del management deben sustituir totalmente el “saber hacer” del trabajador y especificar no solamente qué es lo que debe hacerse sino “de qué manera hay que hacerlo en un tiempo precisado para hacerlo”. Véase entre tantas fuentes, además de los escritos de Taylor (La organización científica del trabajo), Georges Friedmann (La crisis del progresso, Guarini e Associati, Milano 1994) e Problemi umani del macchinismo industriale, Einaudi, Torino 1971) y Harry Braverman (Travail et capitalismo monopoliste, Maspero, París 1976). 

(6) Este es el incipit de La città del lavoro.

(7) Una breve bibliografía de Bruno Trentin:  
·        Da sfruttati a produttori, De Donato, Bari, 1977
·        Il sindacato dei consigli. Intervista di Bruno Ugolini, Editori Riuniti, Roma, 1980
·        Lavoro e libertà nell’Italia che cambia, Donzelli, Roma, 1994
·        Il coraggio dell’utopia. La Sinistra e il sindacato dopo il taylorismo. Un’intervista di Bruno Ugolini, Rizzoli, Milano, 1994
·        (con Luis Anderson) Nord sud. Lavoro, diritti e sindacato nel mondo, Ediesse, Roma, 1996
·        (con Carlo Callieri) Il lavoro possibile, Rosenberg & Sellier, Torino, 1997
·        La città del lavoro. Sinistra e crisi del fordismo, Feltrinelli, Milano, 1997 en http://metiendobulla.blogspot.com.es/
·        (con Adriano Guerra) Di Vittorio e l’ombra di Stalin, Ediesse, Roma, 1997
·        Autunno caldo. Il secondo biennio rosso (1968-1969). Intervista di Guido Liguori, Editori Riuniti, Roma, 1999
·        (con Carla Ravaioli) Processo alla crescita. Ambiente, occupazione, giustizia sociale nel mondo neoliberista, Editori Riuniti, Roma, 2000
·        La libertà viene prima, Editori Riuniti, Roma, 2005
·        Lavoro e libertà. Scritti scelti e un dialogo inedito con Vittorio Foa e Andrea Ranieri, Ediesse, Roma, 2008
·        Diario di guerra (Settembre-novembre 1943), Donzelli, Roma, 2008

 

 

 

 

 

SINDICATO Y SOCIEDAD  (1991) http://baticola.blogspot.com.es/2007/02/sindicato-y-sociedad.html

 

TRENTIN, DOCTOR HONORIS CAUSA EN LA UNIVERSIDAD DE VENECIA 

 

http://baticola.blogspot.com.es/2006/07/trentin-doctor-honoris-causa-en-la.html

LA FRONTERA DE LOS NUEVOS DERECHOS  (2 de abril de 2003) en

http://baticola.blogspot.com.es/2007/01/la-frontera-de-los-nuevos-derechos.html

 

TRABAJAR, ¿PARA QUÉ? OTRO COLOQUIO DE BRUNO TRENTIN CON ESTUDIANTES     Marzo de 1998 TRENTIN, DOCTOR HONORIS CAUSA EN LA UNIVERSIDAD DE VENECIA  (3 de setiembre de 2002)

 

http://baticola.blogspot.com.es/2007/01/trabajar-para-qu-otro-coloquio-de.html

 

LAS TRANSFORMACIONES POSIBLES DE LOS SISTEMAS DE RELACIONES INDUSTRIALES

 

http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/las-transformaciones-posibles-de-los.html

 

TRENTIN: LA DEMOCRACIA ECONOMICA     (Julio 2004)

 

http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/trentin-la-democracia-economica.html

 

TRENTIN: NUEVOS TRABAJOS Y NUEVOS DERECHOS      

 

(1997) http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/trentin-nuevos-trabajos-y-nuevos.html


LA LIBERTAD. LA APUESTA DEL CONFLICTO SOCIAL        

 

(2003) http://baticola.blogspot.com.es/2006/06/la-libertad-la-apuesta-del-conflicto.html


ELOGIO DE BRUNO TRENTIN

 

http://baticola.blogspot.com.es/2006/12/elogio-de-bruno-trentin.html